La desigualdad social, ya existente antes de la pandemia, no ha hecho más que agravarse debido a la misma. Ni la sociedad ni las políticas públicas deben dejar a nadie atrás.
Vivimos un momento de cambio en el abordaje de las problemáticas de salud mental. Empezamos a hablar de salud y bienestar personal y emocional y no de enfermedad.